viernes, 6 de julio de 2012

Capítulo 2


—Lo siento Axel, no dejaré que la mates.

—Pero ese era nuestro acuerdo —Oí protestar al chico.

—Espera un poco, quiero que recuerdes lo felices que eramos los tres hace tanto tiempo. Por favor, espera.

Me incorporé y salí de la habitación donde me encontraba pretendiendo protestar, pero al tenerlos delante no supe que decir, no podía reaccionar. Imágenes fugaces pasaban por mi mente, podía reconocer a Axel y Isabela pero parecían muy distintos, vestidos con ropas antiguas y con caras sonrientes no parecían ellos. Sacudí la cabeza volviendo a la realidad y observé a ambos.

—Por favor —supliqué con voz temblorosa— dejad que me vaya, no me matéis.

Isabela se abalanzo sobre mi abrazándome y acariciándome el cabello de forma sorprendentemente maternal. La aparté de mi confusa y miré a Axel, quien me correspondió con una mirada de odio, Isabela me seguía observando de una forma dolorosamente dulce.

—No te preocupes, no te haremos daño, eres mi pequeña hermana y mi única amiga pese a no compartir sangre. Recuerdame Victoria, soy yo, tu Helena —dijo sonriendo.

—Lo siento, os confundís de persona —dije dirigiéndome a la puerta— Adiós.

Una vez frente a la puerta me dispuse a salir, pero dudaba seriamente que estuviera abierta ya que no me habían detenido, para mi sorpresa al bajar el pomo se abrió y una fuerte claridad me cegó.

—Quieto Axel, deja que se vaya, ahora ya es tarde, Victoria esta despertando y volverá a nosotros.

Eso fue lo último que oí antes de salir corriendo de aquella enorme casa y dirigirme aturdida a la mía, donde sabía que me esperaba la terrible bronca de mi abuela. Entré en casa y me dirigí al salón, donde solía esperarme.

—¿Qué horas son estas de llegar? Me tenías preocupada, iba a llamar a la policía —Me reprimió mi abuela con voz inasible y calmada, siquiera se levanto para mirarme.

—Lo siento, un chico y una chica muy extraños me llevaron con ellos y me empecé a sentir mal... creo que me desmayé...

Se hizo un tenso y eterno silencio, solo se podía oír mi respiración agitada por la carrera y algún que otro maullido del gato, que se paseaba tan tranquilamente por el sofá buscando el rincón más cómodo para dormir.

—¿Un chico y una chica dices? ¿cómo era ella? ¿cual era su nombre? —se levantó rápidamente de la butaca y me miró con los ojos abiertos como platos, parecía haber perdido el juicio por lo que retrocedí un par de pasos.

—Ella va a mi instituto, es guapa, rubia y de piel muy blanca... Su nombre es Isabela aunque no paraba de decir que la llamase Helena.

Mi abuela se volvió a sentar respirando con dificultad y llevándose una mano al pecho. Me arrodillé a su lado preocupada y ella me miró con los ojos llenos de lagrimas.

—Lo siento —musitó—, no he podido protegerte. Estoy segura de que estas confusa, en ese caso te contaré la verdad para que la afrontes a tu manera, seguro que tú sabrás que hacer. Hace mucho tiempo nuestra antepasada Victoria fue acogida por la familia de una noble llamada Helena, ambas se hicieron muy cercanas, prácticamente parecían hermanas aunque su aspecto era muy distinto. Todo iba bien hasta que Alexander las separó, él no era más que un plebeyo pero había logrado conquistar a las dos jóvenes. Helena se hizo con él, ya que Victoria ignoraba sus sentimientos sin comprenderlos, nadie la había educado antes por lo que no sabía que era el amor. Pero en su quintagesimo cumpleaños se dio cuenta y a partir de ese momento Helena dejó de verla como a una hermana y pasó a verla como una enemiga. Mediante engaños y sobornos la convirtió en la deshonra de la familia, en otras palabras, la había convertido en una cortesana. Pese a ello un duque de la zona le propuso matrimonio. Victoria, se fugó de casa la noche antes de la boda, pero esa noche había tormenta y todos salieron en su busca temiendo por su vida. Al día siguiente encontraron el cuerpo de Alexander sin vida pero ni rastro de Victoria, así que la dieron por muerta.

—Pero no murió ¿verdad? dijiste que es nuestra antepasada así que tuvo que tener descendencia —protesté.

—Así es —asintió—, esa es la historia que todos conocen, pero Victoria sobrevivió y lo escribió todo en un diario, faltan paginas pero finalmente se fue con el duque. Esa chica que has visto es Helena y Axel es la reencarnación de Alexander. Y tú eres la reencarnación de Victoria, lo que quiere decir que ella esta dentro de ti, compartís recuerdos y sentimientos.

martes, 26 de junio de 2012

Capítulo 1: Prejuicios


Como cada mañana de lunes a viernes me dirigía al instituto a estudiar, en realidad no hacía gran cosa allí, solo dibujaba en la libreta fingiendo tomar apuntes y me cerraba en mi mundo en un espacio claustrofóbico y   rodeada de idiotas. Nada más entrar en el edificio me sentía cansada y abatida, las voces me mareaban y la ira me provocaba un calor terrible. Ese día además, me había levantado ya con nauseas y un fuerte dolor de cabeza, pero solo para descubrir quien eran aquel chico y aquella chica no me importaba sufrir un poco. Esperé hasta la hora del patio, tenía la esperanza de que los vería allí así que me senté en un banco cerca de la puerta esperando, pero poco a poco mi esperanza se fue diluyendo en la realidad de que no iban a aparecer. De nuevo entrar a la clase, con el ruido, el mareo y el dolor de cabeza, cada vez me sentía peor pero quería conocerles, era algo que me había propuesto cumplir a toda costa.

Por fin sonó el sonido de mi salvación, el timbre a pesar de su ruido estridente produjo en mi una sensación de paz y alivio. Recogí mis cosas y me dispuse a salir por la puerta, pero allí me esperaban dos chicas con los brazos cruzados, una era rubia, probablemente teñida y de piel morena, la otra pálida como la nieve y con el pelo castaño claro recogido en un moño en lo alto de su cabeza. Suspiré molesta pero no dije nada.

—Tú aún no te vas bonita —Dijo la de piel más blanca con una sonrisa— supongo que no sabes quien soy pero te informaré: soy Alba, y últimamente se han oído muchos rumores sobre ti. Quiero que te unas a mi banda.

Ladeé la cabeza, no sabía que hubiera ese tipo de chicas en el instituto pero se confundían de persona al hablar conmigo, yo no peleaba, no quería buscarme problemas para no tener que recordar un pasado oscuro. Negué con la cabeza para rechazar su oferta y me dispuse a pasar.

—No sé si me he explicado bien... no es una pregunta.

—No me importa lo que sea, te equivocas conmigo, no me gustan las peleas —respondí frunciendo el ceño.

—No mientas —gritó la otra con voz estridente—. Mataste a una chica; todos lo saben, si tienes valor para eso no dudaras en pegarle a alguien una buena paliza.

Gruñí por lo bajo y golpeé la pared sin poder contener ni un segundo más mi ira. Las dos chicas me miraron a la vez que atemorizadas por el repentino cambio.

—No hables sin conocer, idiota. No soy como pensáis y no quiero tener nada que ver con vosotras así que adiós.

Me fui lo más rápido que pude conteniendo mi ira esperando que no se hubieran ido ya, quería poder observarlos con más atención y descubrir porque aquel chico y aquella chica me llamaban tanto la atención. Salí fuera pero no vi a nadie en la puerta, todos excepto algún grupo de estudiantes rezagados ya se habían ido. Maldije a aquellas chicas por haberme distraído y me dirigí a casa con la cabeza gacha. Mientras caminaba oí una voz; una risa dulce y alegre. Alcé la vista y los vi allí, ella estaba riendo frente a él con un posado elegante y distinguido mientras sus dorados cabellos se balanceaban con la brisa. Él en cambio, se recostaba contra la pared con los brazos cruzados y una media sonrisa esbozada en su rostro. Me paré en seco sin saber que hacer hasta que la chica me vio y corrió hacía mi.

—Hola, te esperábamos Victoria —dijo con una amplia sonrisa.

—Lo siento, te equivocas, ese no es mi nombre —respondí confusa.

—Claro que lo es, aunque ya nadie te llame así, Lidia.

Fruncí el ceño sin saber si tomarla por loca o si me estaba tomando el pelo, miré al joven, él nos observaba de reojo y ahora estaba serio, casi parecía mirarme con odio. Volví a concentrarme en la chica sin darle mucha importancia a esa mirada y envidié todo de ella, hasta el momento ella no me parecía gran cosa pero todo en ella era perfecta, y aquel chico que tanto me llamaba la atención solo parecía sonreír con ella. Sus ojos azules, sus manos finas y blancas agarrando las mías y su sonrisa, tan cálida y amable... definitivamente no nos parecíamos en nada.

—Ven a mi casa, te lo contaré ya que veo que no recuerdas nada —Dicho esto tiró de mi hasta una enorme mansión que parecía tener una historia de muchos siglos atrás. El joven nos había seguido sin decir nada y evitaba mirarme.

—Yo soy Helena, aunque ahora todos me conocen como Isabela, sinceramente, me gusta más Helena, me recuerda a Helena de Troya, quien causo una guerra por su belleza.

Eso me confirmo su enorme narcisismo pero no le dí mucha importancia. Miré nuevamente al joven esperando que se presentara pero giró la cara bruscamente soltando un gruñido casi imperceptible.

—No te molestes —Dijo Isabela—, él no te hablará, sigue enfadado por lo que le hiciste hace 500 años. A él le puedes llamar Axel.

Abrí los ojos de par en par totalmente confusa. Estaban todos completamente locos y lo único que quería en ese momento era salir de allí e irme a casa lejos de esos chalados.

—Estáis los dos como una regadera, lo siento pero ninguno de nosotros estaba vivo hace tanto tiempo, me largo.

—Victoria, no te vayas, hemos estado todo este tiempo buscándote, he estado sola por 500 años pero cuando encontré a Axel supe que tú también estabas viva. Deja que te cuente, por favor, déjame ayudarte a recordar... —susurró Isabela cerca de mi oído acariciando mi cuello con delicadeza— Hace 500 años Helena se enamoró de un apuesto joven llamado Axel, un muchacho que vivía en el bosque con su padre. Él siempre la ignoraba pero ella logró captar su atención. Fue entonces cuando una niña perdida llamó a casa una noche de tormenta, la familia de Helena la acogió y la crió. Se llamaba Victoria. Aquella niña se convirtió en la mejor amiga de Helena y Axel siempre cuidaba de ella. Los dos la querían mucho. Pero una noche de tormenta Victoria se escapó de casa y se fue al bosque, Axel la fue a buscar pero ninguno de los dos regresaron jamás.

—Eso es solo lo que Helena recuerda, pero yo conservo memorias de mi antigua vida. Yo, morí por tu culpa, tú me mataste, me empujaste por el precipicio y saliste corriendo. Por suerte los lobos devoraron tu cuerpo en el bosque. Aun así yo aún no he tenido mi venganza.

Isabela se interpuso entre los dos exagerando una enorme tristeza. Se tiró al suelo fingiendo estar abatida y llamó a Axel para que la cogiera y la dejara en el sofá.

—Mi pequeña Victoria, por fin nos hemos reunido los tres... Mi cuerpo rebosa de alegría, oh, Axel, vuelves a ser mio, yo te he entregado a Victoria pero no quiero que la mates, ella es mi pequeña amiga.

No sabía que hacer, quería salir corriendo de allí, pero por alguna razón sabía que era verdad; no mentían. Las piernas dejaron de responderme y caí al suelo estrepitosamente. Lo último que pude oír fue algo así como "esta despertando, solo es el shock".

viernes, 15 de junio de 2012

Prólogo


Hacía más frío de lo normal en la calle así que puse las manos en los bolsillos del abrigo mientras me dirigía al instituto con mi correspondiente mochila cargada de libros que más que eso parecían piedras. Mientras andaba a paso lento y distraída escuché mi nombre en una conversación entre amigos e, inevitablemente, presté más atención.

—¿Te refieres a la de nuestra clase? —Se sobresaltó uno de los chicos.


—Sí, sí, esa —siguió el otro a media voz, lo que dificultó que pudiera oír bien lo que decía, pero logré entenderlo— mi prima me ha contado que la echaron de su anterior escuela por matar a una chica. Me dijo que hacía años de eso pero todos aún se acuerdan.


—Qué miedo —susurró el primero— y ¿por qué lo hizo?


—Era una chica que siempre la trataba mal pero no era tan grave como para matarla —hizo una pausa— me preguntó si la apuñalo o la torturó lentamente...


—Solo se cayó por las escaleras —le corté ya muy molesta y convencida que hablaban de mi.


Los chicos me miraron con desprecio y luego se fueron murmurando cosas mientras me miraban de reojo. Suspiré cansada, había creído ese asunto olvidado pero al parecer no era así, y los falsos rumores perduraban más que ningún otro. Aunque no me sentía con fuerzas de ir a clase por alguna razón acabe en mi aula, en mi asiento en la última fila y sola. Tan fuera de lugar... quería escapar de allí ¿pero acaso alguien podría liberarme de mi prisión? ¿Alguien en algún lugar me comprendería y me liberaría? Decidí no pensar más en ello, me sentía como una de esas tontas princesas encerradas en una torre que esperan a que las vengan a buscar. No, puedo liberarme yo sola, no puedo seguir esperando ningún cursi príncipe azul que venga a rescatarme. Miré a mi alrededor y vi algunas miradas clavadas en mi mientras el profesor escribía en la pizarra, como había supuesto el rumor se habría esparcido otra vez.


—Me da mucho miedo, es tan rara...


—¿Quién sabe que planea hacer? Seguro que piensa en matarnos a todos como esas masacres que salen por las noticias de alumnos locos.


Harta de escuchar tantas tonterías sin sentido me levanté y pedí permiso para ir al lavabo, me encerré allí un buen rato golpeando las paredes. Lo cierto es que a veces si me entraban ganas de matarlos a todos pero aquel incidente me había enseñado lo que pasa cuando supuestamente matas a alguien. Aún ahora nadie creía en mi inocencia. Comencé a recordar todo lo que había pasado aquel día, Ángela, una chica de mi clase siempre se metía conmigo, siempre supe que no lo hacía en serio ya que habíamos llegado a un acuerdo: ella se metía conmigo para ser popular y a cambió me traía cada noche unas cuantas galletas que cogía de la cocina. Era lo más parecido a una amiga que tuve nunca pero en el fondo no estaba bien lo que hacíamos, ella mentía sobre su personalidad y eso estaba mal, así que un día se lo dije. Ella al escuchar mis palabras se echó a llorar y salió corriendo con tan mala suerte que al bajar por las escaleras cayó. Yo estaba allí y lo vi todo, oí sus gritos, vi su cara una vez en el suelo y toda la sangre que la rodeaba. No quise aceptar que ella había muerto por mi culpa, era mi amiga me dije, pero nadie conocía la verdadera historia así que para todos yo la maté.


—¿Erica? Sé que estas ahí he oído un ruido —gruñó una chica golpeando insistentemente la puerta. No me quedó otra que abrir para que viera que yo no era a quien buscaba. Ella se disculpó avergonzada y una chica salió de otro baño riéndose.


—Tonta, molestando a pobres chicas que vienen a desahogar sus penas en el baño, eso esta mal.


—Sí —solté con una medía sonrisa— Es mucho mejor fingir una madurez que no tienes fumando como si no hubiera un mañana.


La chica se sonrojó y frunció el ceño molesta, estaba claro que había dado en el clavo y no le había gustado lo más mínimo, y era consciente de los problemas que eso me podía traer. La chica pasó por mi lado sin decir nada, solo resopló y llamó a su amiga entre dientes. Sonreí satisfecha ante mi victoria y esperé a que sonara el timbre, al ser la última clase podría irme ya a casa sin que me hicieran preguntas así que nada más oír el estridente ruido que indicaba el fin de las clases me dirigí a mi clase y tras recoger mis cosas lo más rápido que pude salí fuera para que el profesor no me preguntara respecto a mi tardanza. Miré a mi alrededor, una multitud de alumnos que fluían hacía la salida, un murmullo constante y gritos; solo eran sombras para mi, siquiera existían; no eran nadie. Una vez en la calle me volví hacía un chico que me había llamado la atención, no lo había visto antes, sin embargo, parecía estar esperando a alguien. Presa por la curiosidad esperé, y como había supuesto una chica fue directa hacía el joven con una amplia sonrisa y ambos desaparecieron calle abajo. Ambos, eran peculiares, pocas personas solían tener mi atención pero ellos lo habían logrado con creces. ¿Quién diablos eran?